Giuseppe Benedetto Cottolengo.
Sacerdote de la Tercera Orden
(3 de Mayo del 1786 30 de Abril del 1842)
Fundador de Congregaciones masculinas y femeninas
Canonizado por Pío XI el 19 de marzo de 1934

José Benito Cottolengo nació en Bra, en el Piamonte, de una familia de sólida tradición cristiana, el 3 de mayo de 1786, primogénito de doce hijos. Educado por su madre en las obras de misericordia para con los pobres y enfermos. Consagrado sacerdote el 8 de junio de 1811 se dedicó con celo al ministerio pastoral como vice párroco en Corneliano d’Alba.
Luego en Turín obtuvo la láurea en teología; nombrado canónigo, se inscribió en la Tercera Orden Franciscana. Parecía destinado a tareas bien distintas de las que había soñado de niño, de dedicarse a los pobres. Un caso imprevisto, el de una pobre mujer francesa, a la cual no se quisieron abrir las puertas de ningún hospital, fue el arranque para la gran obra en la humildad y simplicidad franciscana más genuina.
Los locales crecieron, pero se hizo necesario abandonarlos; volvió a empezar en Valdocco, y más y más, siempre sin un centavo y siempre listo a pagar a todos los acreedores, se construyó una ciudad que acoge todas las miserias humanas que los otros no quieren o no pueden curar. Y pronto tuvo a su lado grupos de jóvenes, mujeres y hombres que vinieron a formar las congregaciones de caridad, de oración y de escuela que llenaron el «Cottolengo«.
La preferencia en las aceptaciones era siempre para los más necesitados y excluidos. Las recomendaciones hacían más daño que provecho.
Cada día visitaba a los enfermos. Para los epilépticos quería paredes acolchadas, para que no se hicieran daño. A los bobos, los llamaba «los buenos hijos». También hizo milagros, como cuando multiplicó las cerezas para poder darles a todos. Otras veces con una bendición curó enfermos, multiplicó la harina, dio poderes medicinales al agua del pozo. Rechazó ayudas del rey Carlos Alberto afirmando que su obra era sostenida por la Divina Providencia y por nuestra Señora.
A los pies de la estatua de nuestra Señora encontró muchas veces las sumas necesarias para pagar a los acreedores. A menudo las cuentas eran saldadas misteriosamente por una bellísima señora. El demonio quiso muchas veces obstaculizar su obra, inclusive apareciéndosele. Cottolengo decía: «No tengan miedo, nuestra Señora está con nosotros nos protege y defiende».
El sábado 30 de abril de 1842 moría en Chieri, a los 56 años. Había salido de su «Casita de la Divina Providencia» para dejar el espacio a la nueva guardia. Pero la obra de su amor y de su extraordinaria fe sigue viva y crece según sus directivas.
Cottolengo fue canonizado el 19 de marzo de 1934 por Pío XI, y definido por él como «un genio del bien».